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El trabajo invisible de las madres

Sí. Escribo desde el siglo XXI, año 2021, y así andamos, todavía. No os voy a negar que la crianza ahora es muy diferente a la de décadas anteriores, cada vez son más los padres que se involucran en la crianza de los hijos. Esto deriva, o debiera derivar, en que la carga de trabajo se reparta, pero... ¿y el trabajo que no se ve? Ese, en mi opinión, continúa cayendo sobre las madres. 

A este trabajo invisible se le conoce como carga mental, y esa (me atrevo a afirmar sin datos contrastados) es la que llevamos nosotras en la mayoría de familias. Es un tema que preocupa ya que puede afectar a la salud emocional, y con ella al bienestar de la mujer con su vida, con su pareja y sus sensaciones. 

Recientemente leí un estudio en el que más del 70% de las mujeres encuestadas se sentían solas en esta labor. No sé lo que opinarían cada una de ellas, ni que dicen los expertos sobre el tema, yo sólo soy una madre que comparto aquí que yo también lo he sentido.

A mi también me ha provocado tensión y agobio la larga lista de "actividades maternales" que tengo que hacer, porque me siento responsable de ellas: la compra, la organización de las comidas, buscando el equilibrio entre proteínas, vegetales, legumbres e hidratos de carbono, los días de pediatra, días de piscina, extraescolares, los plazos de inscripción en guarderías y colegios, los uniformes, que estén limpios los lunes, junto con la bata, los desayunos y material para el colegio, el cambio de sábanas, las duchas, con pelo, sin pelo... y un largo etcétera de tareas a ejecutar, combinadas con la atención emocional de nuestros hijos, si se sienten bien, cansados, felices, si han comido bien, hasta si han ido o no al baño! Y todo esto sale solo. Así me va el cerebro, todo el día a tope pensando en que no se me olvide nada. Hay mucho, así que toca echar mano del calendario y dejar todo bien apuntado, porque la cabeza da para lo que da (que ahora, además, las mujeres trabajamos, somos de un moderno que "pa' qué!"). 

Pasan los días y el sentimiento de estar al frente, sola, desgasta. Lo comento con mi pareja y la respuesta siempre es la misma: "Dímelo y te ayudo". ¿Te ayudo? Uno: no te lo tengo que decir, los hijos no son míos, son nuestros. Dos: No me tienes que ayudar a mi, tienes que aportar con normalidad porque esto es cosa de dos. Pero siempre se repite, muchos hombres esperan a que sea la mujer quién le pida lo que tiene que hacer, no tienen la iniciativa de pensarlo por ellos mismos. Yo me paso los días delegando y supervisando que la tarea encomendada se haya ejecutado con éxito, cosa que no siempre ocurre. 

No creo que sea algo que vaya a cambiar con el tiempo. Creo que las diferencias entre padres y madres radican en su ADN. Somos diferentes unos y otros con los hijos, con sus excepciones, como con todo en la vida, pero el vínculo de una madre con un hijo no lo puede tener un padre. Lo creo firmemente. No lo ha llevado dentro 9 meses. No puede ser lo mismo. No puede. Pienso que este es el motivo por el que cuando en una pareja, alguien tiene que aportar más tiempo a la familia, suele ser la madre quién se ve "obligada por las circunstancias" a renunciar a su trabajo o parte de él para seguir capitaneando el barco. Y lo hace con gusto, porque es madre, y por encima de ella, de sus intereses, de sus sueños y de sus pasiones están sus hijos. 

Por suerte no todos los casos son iguales, en una minoría son los padres los que toman las riendas, y en otros casos quién ambos eligen delegar parte de esas tareas en terceras personas, en abuelos o, cuando el sueldo lo permite, también en "canguros" o empleadas del hogar. Todo depende de los trabajos y de los momentos, no se elije lo que realmente se quiere sino lo menos malo para la familia. Y no, no está mal. Ese afán de juzgar, incluso prejuzgar, cuando eres madre se va un poco al garete, supongo que sientes en tus carnes que cada uno hace lo que buenamente puede, y lo hace pensando que es lo mejor para sus hijos, sin lugar a dudas. Y quizás lo es y quién estás equivocada eres tú. O quizás hay dos cosas buenas, o tres, a saber. 

L. 

 



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